Japón está lleno de pequeños pueblos de montaña, apacibles pero sin vida. Desde la gran migración rural a mediados del siglo XX, las grandes ciudades se llenaron de gente que venía del campo en busca de trabajo y fue el fin para muchos núcleos rurales.
Este es el caso de Nagoro, una pequeña población ubicada en los valles ocultos de la isla de Shikoku. En él no hay ninguna tienda o negocio local, ni tan siquiera enterrador, así que existen pocas razones para que sea atractivo para que los jóvenes se muden allí. Hoy en día apenas viven 30 personas y la mayoría de las casas están cerradas o semi derruidas.
La artista Ayano Tsukimi, de 65 años, abandonó su hogar en Osaka en 2003 harta de la vida en la ciudad y regresó a Nagoro, su localidad de origen para vivir su jubilación junto con su anciano padre, quería recuperar sus raices.
La artista Ayano Tsukimi, de 65 años, abandonó su hogar en Osaka en 2003 harta de la vida en la ciudad y regresó a Nagoro, su localidad de origen para vivir su jubilación junto con su anciano padre, quería recuperar sus raices.
Al ver como se encontraba su aldea, le dio un vuelco el corazón, toda su infancia se había esfumado y solo quedaban recuerdos en un pueblo abandonado.
Una vez instalada, Tsukimi comenzó a plantar semillas, pero éstas no crecían así que decidió construir un espantapájaros semejante a
su padre. Al ver su obra terminada, decidió en recrear el pueblo
que una vez conoció. Al cabo de un tiempo llenó la aldea con muñecos a tamaño real, cada una representando un antiguo
poblador y realizando actividades cotidianas.
Alrededor de 350 muñecos gigantes ahora residen en los
alrededores de Nagoro, en sustitución de los que murieron o abandonaron
hace años la localidad.
Los muñecos están hechos con paja, tela y ropa vieja, como un humilde espantapájaros, y Tsukimi está constantemente haciendo nuevas figuras para reemplazar a las que se han ido degradando.
La escuela local, que cerró hace años, alberga
ahora docenas de muñecos, sentados estáticamente, esperando que la clase
comience.
Mientras tanto, su colección de muñecos sigue creciendo. "Mientras tenga salud, seguiré haciendo muñecos. Me divierte mucho. Espero que los visitantes lo disfruten y que, cuando observen las figuras, tengan que mirarlas dos veces para asegurarse de que no son personas", explica la artista.
La historia de Nagoro trascendido las fronteras del país gracias al fotógrafo Fritz Schumann, que ha elaborado un documental que muestra a una mujer serena y dulce que muestra valentía ante la muerte. “Cuando hago muñecos de gente muerta pienso en ellos como si estuvieran vivos y saludables”, dice. “Son como mis hijos”, agrega. Incluso tiene uno de ella misma.
Si quieres pasear por el Street View Google Maps podrás ver la mayoría de muñecos de Tsukimi.
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